Entre Todos (TVE)
La
caridad en sí tiene algo de impúdica y exhibicionista. Un acto de
desigualdad que exige llegar a una cierta sumisión frente al otro.
La generosidad acaba suponiendo, a cambio de lo que se ha entregado,
una pérdida para el que pide.
Cuando el
acto de caridad se convierte además en el elemento central de un
espectáculo televisivo, como el programa de TVE Entre Todos, la
carga de indignidad se multiplica por la exhibición pública y
masiva de la miseria privada y, a continuación, por la
rentabilización en audiencia de los sucesivos actos de piedad de las
personas que, en la mayor parte de los casos movidas por el mejor de
los sentimientos de que son capaces, llaman en directo al programa para entregar las cantidades de dinero de que pueden prescindir.
Alba,
de siete años, padece parálisis cerebral y necesita una silla
elevadora porque vive en un 2º piso sin ascensor. Tragó meconio al
nacer y sufrió una parada cardio respiratoria. Su madre, Teresa,
está en paro y no puede costear la silla. La abuela de la niña,
Concha, no tiene fuerza para cargar a su nieta en brazos. Con la
silla elevadora, podría recoger a su nieta del cole y luego la
subiría a casa. La madre de Alba no puede volver a trabajar si no
consigue la silla elevadora.
Inmaculada
y José Miguel necesitan ayuda para curar la mandíbula desviada de
su hija. La pequeña Nuria se atraganta al comer y tuvieron que
llevarla al psiquiatra porque dejó de alimentarse por miedo a
atragantarse. Un tratamiento dental mejoraría las migrañas que
padece su hija pero no tienen ningún ingreso y no pueden pagar el
tratamiento dental.
Mari
acude a 'Entre todos' porque necesita ayuda para alimentar a sus
hijas y comprarles el material escolar. Tras vivir durante 11 años
en una infravivienda; hace un año les dieron una casa de protección
oficial, pero no pueden pagar el alquiler y están a punto de
perderla. Sus hijas están destrozadas ante la idea de volver a vivir
en una casa en condiciones insalubres.
Tragedias
privadas que se airean como reclamo publicitario con el doble objeto
de conmover y mover a la caridad y aumentar los telespectadores.
Minutos
diarios de televisión pública dedicados al fomento de la caridad
como valor social.
El
propio título del programa tendenciosamente escogido en función de
uno de los eslogans del gobierno actual, con la evidente intención
de llenar de contenido fáctico concreto una expresión que en su
momento hacía entrever otros derroteros sociopolíticos.
Se hacía y se sigue haciendo hincapié en que la salida de la crisis se alcanza “entre todos”: un discurso de unidad que ha sido insistentemente explotado por representantes políticos y de los poderes económicos de todo color y tendencia.
El
programa llena el espacio vacío que alienta esas palabras y lo que
se suponía hacía referencia al conjunto se materializa en un
simulacro de solidaridad entre desfavorecidos. La miseria
se convierte en fiesta de una caridad cristiana actualizada por los
aplausos entusiastas del público que llena el plató cada tarde. El
espectáculo televisivo sustituye a la cooperación y nos lleva a otras preguntas aún más complejas e incluso tristes: Las mismas personas que
acuden a ayudar a través del programa, ¿lo habrían hecho sin la
participación del “show” mediático? ¿Hasta
dónde influye el medio en la respuesta de la gente? ¿La visibilidad
amplificada del benefactor incentiva la generosidad?
Entre Todos es un aliviadero: la ilusión de la cooperación social como consuelo. Fugaces y falaces instantes de unión con los que nos rodean para paliar la disgregación del tejido social que la crisis ha traído consigo.
Esta
mas(s)ificación de la caridad supone el reconocimiento implícito
del fracaso del modelo socialdemócrata. El Estado abandona parte de
sus funciones en manos de instituciones privadas o, como en este
caso, en manos de la rentabilidad de una cadena que, además, es
pública.
La
protección social agoniza en favor del regreso del viejo modelo de
miseria generalizada que encuentra en la caridad un sistema de
clientelismo y dependencia institucionalizados.
El
reparto de lo colectivo se sustituye por el de las sobras de lo
privado.
Habíamos
olvidado que la socialdemocracia no es más que otra forma de
Capitalismo, la única que se halló viable tras el Crash del 29.
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