Padecemos una especie de síndrome de la mujer maltratada
individualmente colectivizado. La responsabilidad difusa y expandida por la
situación que vivimos se ha insertado en nuestra interpretación de los
acontecimientos por medio de fórmulas mágico-verbales que han generado
paradójicas consecuencias y que han aprovechado complejos morales previos
derivados de nuestra historia. Nos sentimos culpables por la situación en que
nos encontramos gracias a que frases como “todos hemos vivido por encima de
nuestra posibilidades” bloquean la consciencia de la diferencia de peso
específico entre las decisiones de cada uno de los actores implicados en lo que
sucede. Una suerte de democratización decimonónica de la acciones (un hombre,
una acción), puestas en igualdad de condiciones y de consecuencias, cuando la
supresión de una fórmula verbal como la anterior nos permitiría concluir que no
todos los actores tienen el mismo peso dentro del entramado relacional y, por
lo tanto, no todas las acciones y posiciones condicionan de la misma manera el
devenir de los acontecimientos: las responsabilidades
individuales han de ponderarse a la luz de esas diferencias de fuerza vinculante o
condicionante. Asertos como el que hemos citado igualan las acciones y los
resultados, y hacen que el reparto de las cargas se iguale sin atender a
proporción alguna, sin cuestionar la capacidad de influencia de cada actor. Se
golpea al individuo y la respuesta que se obtiene es el sentimiento de culpa
propio de la maltratada(o).
El máximo
rechazo que en ocasiones se consigue es el del enfrentamiento. Quien no se
siente responsable tampoco pondera las responsabilidades porque sólo ha
sustituido ese “todos” por “la mayoría”, en la que, obviamente, él no se
encuentra. Surge entonces el enfrentamiento con el “otro”, con el de al lado,
con aquél que en su día se jactó de un nivel de vida basado en el endeudamiento
desmedido. Jactancia que en determinados momentos y casos se acompañó de
desprecio hacia quienes se mantenían al margen de aquellas prácticas
hiperconsumistas. Aflora entonces el rencor. Y la frase se transforma en “este
individuo concreto y otros como él han vivido por encima de sus posibilidades y
nos han llevado a esta situación”. Una adaptación de los signos a los lazos
concretos en que se aplican. La fórmula así metamorfoseada impide comprender
que aquella manera de actuar generó un enorme crecimiento económico que,
limitadamente, supuso grandes ingresos para los estados, ingresos con los que
se financiaron los servicios sociales, infraestructuras y demás elementos del
llamado “estado de bienestar” del que todos disfrutábamos y que ahora se
desmorona.
Es el mismo esquema que arbitra el enfrentamiento países del norte-países del sur de Europa: “la crisis es culpa de los países del sur, que han vivido gastando más de lo que tenían, trabajando poco y engañando en sus cuentas a la UE”. Esta consigna genérica bloquea la realidad previa, compuesta de un consumo desmedido y a crédito de países como el nuestro financiado y promovido por países como Alemania, que se veían beneficiados por los bienes de consumo que masivamente vendían al sur de Europa gracias a esos créditos que, además, los sistemas bancarios del norte financiaban prestando dinero a la banca de los PIIGS. Era un flujo de ida y vuelta: el sistema financiero del sur pedía dinero a la banca del norte y de fuera de Europa para financiar el crédito que se concedía para mantener el hiperconsumo con que se adquirían bienes mayoritariamente producidos en el norte, de tal manera que el dinero sólo circulaba de norte a sur y de vuelta al norte. Sin este flujo, del que participamos más como meros intermediarios que como otra cosa, los crecimientos económicos del norte jamás hubiesen sido posibles. Pero los nuevos discursos borran aquella realidad y la sustituyen por un nuevo posicionamiento de conflicto en el que cada uno culpa al “otro”. Desde el sur se habla de IV Reich; desde el norte, de corrupción como símbolo-resumen de un estilo de vida-rémora basado en la dilapidación. Y en un giro de tuerca, los mismos que asumen y sostienen el discurso de culpa limitada a la mayoría (a aquellos que vivieron por encima de lo que podían) asumen a la vez el discurso del norte: “la culpa es nuestra; nos comportamos como nuevos ricos”.
Esta
exención de responsabilidad individual se consigue a costa no de valorar las
consecuencias del entramado previo, sino de extirparlo sígnicamente y
sustituirlo por una nueva configuración de los vínculos basada en la
pervivencia individual, en la maximización de la autoconservación en un
escenario de precariedad y riesgo de pobreza y exclusión. Cada cual ha de
arreglarse incluso a costa o contra los demás:
Los
enfrentamientos que se han producido en Francia a consecuencia de la
tramitación de la ley de matrimonio homosexual se inscriben dentro de una lucha
por espacios jurídicos de seguridad. Los derechos ya no se contemplan de forma
extensiva, sino como privilegios, ámbitos de ventaja frente al “otro”. Cada
derecho adquirido se interpreta por quien no lo ha conseguido o por quien ha de
compartirlo con un mayor número de individuos como una amenaza a su propia
seguridad y supervivencia. Estallan entonces conflictos como el que se ha
producido. Se viste de homofobia lo que es una pérdida de fuerza, un
debilitamiento dentro del entorno relacional en beneficio de un tercero que
puede aprovecharlo en perjuicio de quien ha sido debilitado. Ante tal amenaza,
la reacción es inevitable: los discursos operan y posibilitan los argumentos y
la realidad que justifican la lucha.
Las
empresas realizan procesos de selección de personal hipercualificado con
metodologías basadas precisamente en estos mismos asertos operacionales. Miles
de candidatos para un único puesto enfrentados en un proceso de eliminación donde,
dada por sentada la cualificación requerida, se premia la capacidad de
adaptarse y vencer. Sobra mano de obra. El trabajo es el espacio de seguridad
más importante.
Ni
siquiera los movimientos de reivindicación social y oposición a las políticas
que se están aplicando consiguen sustraerse a esta nueva realidad relacional.
Se mantienen fragmentados, desvinculados, centrados en sus propios objetivos
según el dictado de estas nuevas fórmulas verbales que construyen al “otro”
(los otros movimientos) como un enemigo, no como un aliado. Lo que un
movimiento consiga, se estima como un campo ganado a costa de los otros
movimientos. Actúan como masas enfrentadas, organismos compuestos que se
disputan los mismos nichos ambientales.
Olvidamos
las interrelaciones previas porque estas frases instrumentales se insertan en
el tejido relacional de tal forma que las bloquean verbalmente, fragmentando la
realidad y creando una nueva realidad de enfrentamiento, oposición e incluso
odio.
Los
vínculos que posibilitaron todo aquel entramado son anulados y sustituidos por
nuevos nexos relacionales basados en el contenido implícito de esos
encadenamientos verbales que circulan a través de nosotros y reorganizan las
estructuras de pensamiento y relación hacia un modelo Cyberpunk: Escasez
gestionada privadamente. Ya se ha planificado que en no más de cuatro o cinco
años el 70% del mercado financiero español esté en manos de dos grandes grupos.
En el resto de sectores económicos se tiende al mismo sistema de Oligopolios.
El sector tecnológico es un claro exponente: unas pocas megacorporaciones lo
controlan. El presidente de Nestlé, la misma empresa que lanzó aquella campaña
basada en una aparente responsabilidad social, y que comentamos en el post
Mensajes publicitarios: tiempos revueltos y nuevos paradigmas, propone hacer
del agua un negocio, y, aunque lo parezca, en el fondo no se contradice; tanto
el anuncio de Nestlé como el de Balay comentados en el citado post nos lanzaban
un mensaje oculto que cada vez es más fácil de leer: hay una clara tendencia a
que las empresas ocupen el lugar del Estado en relación con los individuos. El
sistema de pensiones ha comenzado un trasvase imparable desde el sector público
al privado. En los inicios de la guerra civil de Siria, la mayor parte de la
colonia española fue evacuada por Repsol, ante la incapacidad e inoperancia de
la embajada y demás servicios en el exterior españoles. Modelos de prestaciones
por desempleo gestionados por las propias empresas ya existen en otros países y
sólo es cuestión de tiempo que se generalicen. Los servicios ferroviarios van a
ser privatizados en toda Europa a corto plazo. Dudo que tardemos en ver que el
modelo de Concesión Administrativa existente en la autopistas se generalice a
toda infraestructura de alta capacidad.
Cada vez
es más necesario leer a autores como Bruce Sterling, William Gibson o John Shirley. Y echarse a temblar.
Yo tengo la sensación de que estas frases instrumentales más que fragmentar la realidad pretenden crear una nueva. Si una afirmación se repite y difunde lo suficiente pasa a ser verdadera en una total ausencia de reflexión y sentido crítico. Y si, por lo que fuera, alguna de ellas no consigue sostenerse (por excesiva o porque perjudica a quien no se puede perjudicar) entonces lo que se anunció en primera página con letra de tamaño 36 se rectifica en la más insignificante esquinita, con suerte, con letra de 8.
ResponderEliminarMe gusta esa expresión que usas "crear una nueva". Es el sustrato de todo este post. Pero piensa una cosa más: hasta qué punto no participamos todos en ese proceso creativo? Quizás no se trate tanto de una imposición del poder, frente al resto, cuanto una construcción colectiva. Cosa aparte es que unos tienen más capacidad que otros para "crear" esa nueva realidad...
ResponderEliminarSí que creo que como prosumidores de información hacemos buena parte del trabajo, y como dices otra cosa es que sólo algunos tengan capacidad de plantar la semilla.
ResponderEliminarEsperemos que este post y tus comentarios "creen" planteamientos que interfieran en esas frases...
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