Subtextos1: DeLillo/Canetti:
En 1985, Don DeLillo publica la
novela Ruido de fondo. Hacia el final de
la novela (pág. 381 y ss. de la edición de Seix Barral de 2006), se produce
esta conversación entre el protagonista y otro de los personajes:
-
¿Me estás diciendo que a
lo largo de la historia los hombres han intentado curarse a sí mismos de la
muerte a base de matar a otros?
-
Resulta evidente.
-
¿Y consideras eso
emocionante?
-
Hablo en teoría.
Teóricamente, la violencia no es sino una forma de renacimiento. El que muere,
sucumbe pasivamente. El que le da la muerte, continúa viviendo. Qué ecuación
tan maravillosa. A medida que una banda de malhechores acumula cadáveres va
incrementando su fuerza. La fuerza se acumula como un regalo de los dioses.
-
¿Qué tiene eso que ver
conmigo?
-
No es más que una
teoría. Tú y yo somos un par de académicos que salen a dar un paseo. Imagina,
sin embargo, la sacudida visceral que se experimenta al ver al oponente
desangrándose en el polvo.
-
Y tú piensas que con eso
las personas pueden incrementar su crédito vital, como si se tratara de una
transacción bancaria.
-
La nada te contempla
cara a cara. El olvido más completo y permanente. Cesarás de ser. De ser, Jack. El que muere, lo acepta y desaparece. El que
mata, en teoría, trata de derrotar a su propia muerte a base de dar muerte a
otros. Adquiere tiempo, adquiere vida. Contempla cómo los otros se retuercen.
Los ve desangrarse, tendidos en el polvo.
Le contemplé, estupefacto. Él siguió succionando su
pipa con aire satisfecho sin dejar de producir ruidos huecos.
- Constituye un modo de
controlar la muerte. Un modo de obtener la ventaja definitiva. Convertirse uno
en el que mata, para variar. Que otro se encargue de morir. Que nos sustituya
teóricamente en ese papel. Si él muere, tu no puedes morir. Si el muere tú
vives. Observa lo admirablemente sencillo que resulta.
-
Y dices que eso es lo
que la gente lleva haciendo desde hace siglos.
- Aún lo hacen. Lo hacen
íntimamente, en pequeña escala, y también agrupados en muchedumbres y masas.
Matan para vivir.
-
Suena bastante terrible.
Pareció encogerse de hombros.
-
La muerte nunca opera al
azar. Cuantas más personas matas, más poder obtienes sobre tu propia muerte…
Más
de dos décadas antes, en 1960, Elías Canetti publica Masa y Poder, obra a la que se dedicó casi en exclusiva desde
1938. A lo largo de sus páginas, existen numerosas reflexiones acerca del mismo
tema que se trata en el anterior diálogo (La numeración corresponde a la
edición en castellano en DeBolsillo):
Pág. 85: Cuanto más lucha cada cual <<por su propia vida>>, más evidente resulta que está luchando contra los demás.
Pág. 119: Mientras el enemigo captura a uno, todos los demás pueden escapar.
Pág. 121: Cada uno de los caídos es un estímulo para que los demás prosigan. El destino que lo alcanzó a él ha hecho una excepción con ellos. El caído es una víctima, fue sacrificado al peligro… Nunca se insistirá suficientemente en la importancia que tiene el caído para la consistencia de la fuga.
Pág. 338: Los que matan son siempre los poderosos.
Pág. 347: El momento de sobrevivir es el momento del poder. El espanto ante la visión de la muerte se disuelve en la satisfacción de no ser uno mismo el muerto. Éste yace por tierra, el superviviente está en pie. Es como si hubiera tenido lugar un combate y uno mismo hubiese abatido al muerto. En la lucha por la supervivencia cada cual es enemigo del otro; comparado con este triunfo elemental, cualquier dolor es poca cosa… El hombre no sólo quiere existir siempre; quiere existir cuando los otros ya no existan… La forma más baja de supervivencia consiste en matar… querrá matar a cualquiera que se cruce en su camino, se plante y le haga frente con intenciones hostiles. Querrá abatirlo para sentir que él sigue existiendo y el otro ya no… Yace por tierra y seguirá yaciendo para siempre; jamás volverá a levantarse… este momento de la confrontación con el muerto al que acaba de abatir llena al superviviente de una fuerza de índole muy peculiar… no hay momento que exija con tanta insistencia ser repetido… Para el superviviente, vencer y sobrevivir son una misma cosa… La sensación de fuerza que le produce haberlos sobrevivido es en el fondo más intensa que el pesar que pueda sentir…
Pág. 85: Cuanto más lucha cada cual <<por su propia vida>>, más evidente resulta que está luchando contra los demás.
Pág. 119: Mientras el enemigo captura a uno, todos los demás pueden escapar.
Pág. 121: Cada uno de los caídos es un estímulo para que los demás prosigan. El destino que lo alcanzó a él ha hecho una excepción con ellos. El caído es una víctima, fue sacrificado al peligro… Nunca se insistirá suficientemente en la importancia que tiene el caído para la consistencia de la fuga.
Pág. 338: Los que matan son siempre los poderosos.
Pág. 347: El momento de sobrevivir es el momento del poder. El espanto ante la visión de la muerte se disuelve en la satisfacción de no ser uno mismo el muerto. Éste yace por tierra, el superviviente está en pie. Es como si hubiera tenido lugar un combate y uno mismo hubiese abatido al muerto. En la lucha por la supervivencia cada cual es enemigo del otro; comparado con este triunfo elemental, cualquier dolor es poca cosa… El hombre no sólo quiere existir siempre; quiere existir cuando los otros ya no existan… La forma más baja de supervivencia consiste en matar… querrá matar a cualquiera que se cruce en su camino, se plante y le haga frente con intenciones hostiles. Querrá abatirlo para sentir que él sigue existiendo y el otro ya no… Yace por tierra y seguirá yaciendo para siempre; jamás volverá a levantarse… este momento de la confrontación con el muerto al que acaba de abatir llena al superviviente de una fuerza de índole muy peculiar… no hay momento que exija con tanta insistencia ser repetido… Para el superviviente, vencer y sobrevivir son una misma cosa… La sensación de fuerza que le produce haberlos sobrevivido es en el fondo más intensa que el pesar que pueda sentir…
Pág. 351: La
satisfacción que produce sobrevivir, una especie de voluptuosidad, puede
convertirse en una pasión peligrosa e insaciable. Aumenta con cada ocasión.
Cuanto mayor sea el montón de muertos frente al que nos alzamos con vida,
cuantas más veces lo sobrevivamos, más intensa e imperiosa se hará la necesidad
de sentir dicha satisfacción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario