Amateur, Anal, Asian,
BBW, BDSM, Beach, Big Boobs, Big Tits, Bisexuals, Black and Eboni,
Blowjobs, Bristish, Cartoons, Celebrities, Cream Pie, Cuckold,
Cumshots, Female, French, Gays, German, Group sex, Handjobs,
Interracial, Japanese, Latin, Lesbians, Matures, MILF, Shemale,
Swingers y un largo etcétera de categorías y tags organizan la
estructura de cualquier página web de pornografía, que, además,
suelen disponer de un eficaz buscador interno con el que realizar las
búsquedas específicas más variadas: Big tits amateur compilation,
Interracial gangbang, Amateur Interracial big booty, Brunette handjob
cumshot, etc.
Un delirio
clasificatorio. El máximo exponente de la customización del
supermercado. Como en la sección de yogures, cada consumidor puede
encontrar el tipo que desea en ese momento concreto, deseo sometido a
la transitoriedad, al capricho temporal, a la moda. Y lo mismo sucede
en casi cualquier otra sección que recorramos. Los productos se
renuevan constantemente, mudan, aparecen nuevos sabores, formatos,
medidas, variedades, etc. Una constante metamorfosis pensada para
mantener el deseo por la novedad, el ansia por el objeto, la dinámica
semiótica de la adquisición constante.
Es la herencia de General Motors: nuevos modelos de coche cada año para superar el éxito del
Ford T. La previsión de que cada consumidor cambiaría de vehículo
cada tres o cinco años. La telefonía móvil sigue el mismo modelo
de tecnología en constante renovación. Igual que el mundo de la
moda, la informática, los electrodomésticos, etc. Pocos sectores
escapan a este procedimiento porque es la base sobre la que se ha
sostenido nuestra sociedad.
El hiperconsumo parecía
no tener límites, tampoco en el sexo. La ventaja de la pornografía
es que no se ha topado con la limitación material de la mayor parte
de los bienes de consumo, que ahora se hallan ante el abismo que la
obsolescencia programada ha abierto bajo los cimientos de la sociedad
de consumo.
Ya es patente la
insostenibilidad de un sistema que presuponía la inagotabilidad de
los recursos disponibles. De esta crisis se salvarán aquellos
productos abstractos o indefinidamente renovables, como la industria
del porno.
Miles de páginas ofrecen
vídeos y fotografías pornográficas a pesar de que el falso
puritanismo de los motores de búsqueda de Internet los excluyan del
posicionamiento SEO, queriendo ocultar una realidad más que
vergonzosa: La Red le debe la vida a la pornografía.
Fue la industria pionera
en el mundo virtual. La que atrajo a miles de consumidores que
requerían el avance y mejora de los nuevos servicios de Internet
(conexiones, buscadores, desarrollo web): la demanda de pornografía
fue y sigue siendo la primera fuente de financiación de la
investigación y desarrollo de la Red. Ha sido la industria mediante
la que se han explorado las posibilidades del consumo virtual y su
impacto en los sistemas tradicionales: ya casi no existe el porno
offline. Internet cambió las reglas. Difuminó la diferencia entre
el porno profesional y el amateur. Emancipó a las estrellas.
Convirtió en productor a casi cualquier persona. Ha facilitado
nuevos modos de vida basados en la explotación de nuestras propias
obsesiones sexuales o de nuestras habilidades o rarezas físicas.
Todo esto ha abierto el
camino para rediseñar la industria cultural: editoriales,
discográficas y productoras de cine tratan de evitar
desesperadamente sufrir las mismas consecuencias y modificaciones que
liquidaron el porno pre-virtual. Intentan proteger su modelo de
negocio mientras buscan la manera de rentabilizar la comercialización
a través de la Red. De momento han ralentizado los procesos de
cambio. Está por ver si lograrán mantener su estatus.
Pero estar a la
vanguardia de los modelos productivos, por muy democrático que pueda
parecernos el nuevo escenario, tiene una consecuencia irreparable: la
pornografía ya no es contracultural ni subversiva; no desafía las
estructuras sociales ni afecta a su funcionamiento. Al contrario: se
ha convertido en el modelo a seguir. Sostenible y renovable, es la
máxima expresión de un modo de vida basado en el consumo masivo y
voraz, ahora democratizado y abaratado gracias al universo virtual.
El porno ha perdido su
carácter desestabilizador y se ha transformado en paradigma. Si el
erotismo, además de disolvente de lo establecido, transciende la
carnalidad, la pornografía ya no es otra cosa que mercancía
masificada, un bien de consumo de producción Long Tail.
No hay comentarios:
Publicar un comentario