lunes, 29 de abril de 2013

Cyberpunk. Frases operativas.


Padecemos una especie de síndrome de la mujer maltratada individualmente colectivizado. La responsabilidad difusa y expandida por la situación que vivimos se ha insertado en nuestra interpretación de los acontecimientos por medio de fórmulas mágico-verbales que han generado paradójicas consecuencias y que han aprovechado complejos morales previos derivados de nuestra historia. Nos sentimos culpables por la situación en que nos encontramos gracias a que frases como “todos hemos vivido por encima de nuestra posibilidades” bloquean la consciencia de la diferencia de peso específico entre las decisiones de cada uno de los actores implicados en lo que sucede. Una suerte de democratización decimonónica de la acciones (un hombre, una acción), puestas en igualdad de condiciones y de consecuencias, cuando la supresión de una fórmula verbal como la anterior nos permitiría concluir que no todos los actores tienen el mismo peso dentro del entramado relacional y, por lo tanto, no todas las acciones y posiciones condicionan de la misma manera el devenir de los acontecimientos: las responsabilidades individuales han de ponderarse a la luz de esas diferencias de fuerza vinculante o condicionante. Asertos como el que hemos citado igualan las acciones y los resultados, y hacen que el reparto de las cargas se iguale sin atender a proporción alguna, sin cuestionar la capacidad de influencia de cada actor. Se golpea al individuo y la respuesta que se obtiene es el sentimiento de culpa propio de la maltratada(o).
El máximo rechazo que en ocasiones se consigue es el del enfrentamiento. Quien no se siente responsable tampoco pondera las responsabilidades porque sólo ha sustituido ese “todos” por “la mayoría”, en la que, obviamente, él no se encuentra. Surge entonces el enfrentamiento con el “otro”, con el de al lado, con aquél que en su día se jactó de un nivel de vida basado en el endeudamiento desmedido. Jactancia que en determinados momentos y casos se acompañó de desprecio hacia quienes se mantenían al margen de aquellas prácticas hiperconsumistas. Aflora entonces el rencor. Y la frase se transforma en “este individuo concreto y otros como él han vivido por encima de sus posibilidades y nos han llevado a esta situación”. Una adaptación de los signos a los lazos concretos en que se aplican. La fórmula así metamorfoseada impide comprender que aquella manera de actuar generó un enorme crecimiento económico que, limitadamente, supuso grandes ingresos para los estados, ingresos con los que se financiaron los servicios sociales, infraestructuras y demás elementos del llamado “estado de bienestar” del que todos disfrutábamos y que ahora se desmorona.

lunes, 15 de abril de 2013

La Sociedad Marketing como disolución


El pacto entre capitalismo y socialismo, que la clase media de las sociedades occidentales representaba (el modelo keynesiano, la socialdemocracia) y que se mantuvo durante los últimos 60 años de historia, se ha roto. El hiperconsumo, su última huída hacia delante, ha quebrado y ya no es una alternativa. No es posible seguir yendo a más sin límite. Aunque el modelo en que se materializaron los términos de aquella transacción está al borde de desmoronarse, no se ha producido un Crack salvaje y sumario como el del 29 porque las estructuras políticas intentan una demolición controlada. Gestionan la crisis, controlan los daños, reciclan estructuras. Pero su objetivo no parece ser otro que salvaguardar las posiciones con mayor peso específico a costa de lo que sea, incluida la amputación de todo miembro que consideren gangrenado. Esta deriva es más tecnocrática que democrática, en especial si consideramos que los organismos que están gestionando la transición en que nos encontramos muy forzadamente podemos decir que estén sometidos a control ciudadano alguno.
Se vislumbra un futuro de corte ciberpunk: Estado en decadencia, escasez, mercado atenuado y en retroceso, precariedad vital y violenta estratificación social.