lunes, 21 de octubre de 2013

Crisis del Periodismo ante la Red


Por mucho que se quiera apelar a factores externos, la crisis del periodismo a la que estamos asistiendo no se debe sino a factores internos del propio periodismo. Males endémicos presentes desde sus inicios y consustanciales a su propia naturaleza que, con la aparición de un factor de desequilibrio -Internet-, han acabado por desencadenar el lógico proceso entrópico de liquidación del medio.

La crisis de los medios de información tradicionales no es económica, sino de prestigio. La inviabilidad económica de su modelo de negocio es sólo consecuencia del desprestigio sufrido. Y el propio concepto de “modelo de negocio” aplicado al periodismo es en sí parte de dicho desprestigio.

Con la llegada de Internet, a la vez que se han ido abriendo alternativas a los sistemas tradicionales para la obtención de información, se han evidenciado, en contraste con estos nuevo recursos, aquellas patologías que padecían los medios tradicionales:

Por una lado, el concepto de “modelo de negocio” aplicado a unas empresas que se pretendían garantes de la libertad, por medio de la libertad de prensa y la libertad de expresión, fue puesto en tela de juicio con la aparición de Internet y en especial de la Web 2.0. ¿Cómo compatibilizar el negocio con la información? La vía, todos lo sabemos, ha venido siendo, la del espectáculo. Pero con la llegada de una herramienta que facilita la proliferación del prosumo y de la colaboración, del testimonio presencial, etc., las prácticas del espectáculo han sido sometidas a revisión y son hoy objeto de una creciente corriente crítica que las condena.
Cada vez es más evidente para todos que las tertulias políticas son meros shows televisivos carentes del más mínimo interés más allá de los dudosos autorretratos que los contertulios realizan en directo. Mera exposición de titulares sobre los que programar una vociferación superficial y empantanada de lugares comunes.
Como ya hemos referido en este blog, los grandes periódicos (Todos ellos sumidos en graves crisis económicas que huelga recordar), aprovechan casi cualquier noticia para convertirla en el centro de campañas de marketing específicas con las que llegar a un público en franca retirada: Caso Bárcenas, EREs andaluces o los aún más lamentables sucesos, como los casos Bretón y Asunta.
Al ciudadano le resulta cada vez más complejo aceptar este tipo de formatos y, si los acepta, los rebaja a la categoría de realitys o programas del “corazón”. De hecho, no es ya extraño que se programen, normalmente en las franjas de la mañana y de la noche, formatos televisivos donde se combinan todos o varios de estos formatos: programas en los que, junto a la información “rosa”, se abren tertulias sobre sucesos y sobre política. Algo muy indicativo de la influencia del “negocio” en la información y que no pasa desapercibido para un usuario que ha encontrado nuevas maneras de informarse.

Otra patología latente en el viejo periodismo (y que está presente en su nacimiento como poder en democracia: Bel Ami, de Guy de Maupassant, lo describe perfectamente) es el de la defensa de la trinchera económico-política de cada medio. Unido a lo anterior y con la mediación de la publicidad (uno de los soportes económicos básicos de los medios de información, hasta ahora), el posicionamiento ideológico ha contribuido a esta crisis de credibilidad que afecta al prestigio de la prensa. Cada vez resultan más evidentes, por el contraste y la capacidad de comparación que ofrece actualmente la Red, los intereses económicos y políticos que se ocultan tras cada medio. El sesgo de las noticias, el cariz de las opiniones asociadas, etc. son reverberaciones ya perfectamente audibles y visibles para cada vez más ciudadanos, que acuden a otras fuentes para conseguir una información mucho más objetiva y contrastable.
Se trata de un fenómeno imparable por mucho que desde los propios medios de información se insista constantemente en lo poco fiable que es todo lo que se cuenta en la Red y en la cantidad de rumores que proliferan a cada instante en Internet. Es una guerra perdida. Aún siendo cierto que la Web 2.0 ha supuesto la generación de una cantidad enorme de ruido, de falsa información, etc., a la vez, han surgido numerosas herramientas de información y de verificación de esa misma información. Y cada vez los usuarios son más conscientes de la necesidad y posibilidad de distinguir la información real del resto.

Finalmente, el tercer elemento que está minando la legitimidad y autoridad del periodismo tradicional es la posibilidad de comparación que ofrece Internet. Pero no sólo que ahora sea posible sacar a la luz las diferencias de perspectiva de cada viejo medio a la hora de enfocar una noticia, sino que se ha abierto la posibilidad de encontrar información de mucha mayor profundidad que la habitualmente superficial que ofrece el periodismo y el periodista como agente.
Es una falacia que uno de los motivos de esta crisis del periodismo sea el empobrecimiento intelectual y de capacidad de lectura de la población. Se apela a que los consumidores ya no están ni capacitados ni dispuestos a afrontar la lectura de un artículo impreso que ahonde en un tema. Al contrario, lo que sucede es que en Internet la información convive con el conocimiento compartido y el usuario tiene la posibilidad de acceder a material mucho más exhaustivo y preciso que la habitual banal información periodística.
Blogs, Microblogging, Slideshare, revistas digitales, plataformas asociativas, foros, etc. facilitan el acceso a flujos de datos y conocimiento puestos en circulación por especialistas, y que van mucho más allá de lo que el periodismo puede ofrecer. Todo ello en tiempo real, a la carta, dentro del nuevo paradigma de la conversación que rige en el 2.0 -en el que el periodismo aún no ha sido capaz de imbuirse por completo- y con la facilidad en la mayor parte de los casos de conocer los intereses que hay detrás de cada uno de los documentos y materiales a los que se accede.

Nada más lejos de la realidad que los motivos de esta crisis del periodismo sean la propia crisis económica en general, la pérdida de ingresos publicitarios, la salida al mercado de periódicos gratuitos, la competencia desleal de muchas webs piratas, las ediciones digitales de los mismos periódicos o el descenso del nivel educativo del país (que supuestamente llevaría a la gente a leer más pero peor, lo que implicaría que no se demandasen artículos de calidad).
Es evidente que la Crisis ha afectado a todos los sectores productivos y que Internet ha cambiado las reglas de juego, especialmente desde la irrupción de la Web 2.0, que está empezando a absorber una gran cantidad del dinero que las empresas destinan al marketing.
Pero todo esto no puede ocultar que las raíces de la crisis periodística se asientan sobre el suelo de su propia naturaleza como poder democrático: negocio, intereses económico-políticos subyacentes e inoperancia frente al conocimiento. Elementos que, puestos en evidencia por la nueva realidad virtual, carcomen su legitimidad y autoridad, y poco a poco, lo conducen hacia su desaparición o transformación catártica.

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