lunes, 1 de julio de 2013

Hacia el Cyberpunk (III)


Por qué no empezar el año recordando unas no tan recientes declaraciones de Warren Buffett: "Hay lucha de clases y los ricos estamos ganando". Independientemente de que estemos o no de acuerdo con las concepciones marxistas que utiliza (yo, personalmente, no), los datos económicos le dan la razón respecto al espíritu de lo que dice. Lo veremos al final de este post.

En febrero de este año, Niño Becerra escribe:
Mr. Taylor, el presidente del grupo USA fabricante de neumáticos, Titan, ha manifestado que no va a adquirir la planta que Goodyear tiene en Francia, Amiens-Nord -en la que se fabrican neumáticos- y que en breve va a cerrar. Pero lo más significativo fue la respuesta -en la que el presidente de la firma dijo ‘no’- que remitió al Ministro francés de Recuperación Industrial a su solicitud de que considerase la compra de la planta.
Escribió Mr. Taylor: “El granjero francés quiere ruedas baratas. No le importa nada saber si las ruedas vienen de China o de India, y si esas ruedas están subvencionadas. Titan se comprará un fabricante de ruedas chino o indio, pagará salarios de menos de un euro a la hora y exportará todas las ruedas que necesita Francia. En cinco años, Michelin no podrá producir ruedas en Francia” (El País 21.02.2013, Pág. 25).
En absoluto sorprende y tiene la virtud de tocar un punto del que no se habla porque es muy feo, feísimo.
El presidente de Titan tiene razón: a los usuarios de neumáticos les importa una mierda de donde vengan, que en su fabricación intervengan niños a los que se explote, que en el país en los que se fabriquen no haya derecho laboral alguno, que el Gobierno de ese país sea un nido de corrupción, y que la Democracia sea una palabra que se haya borrado del diccionario. El presidente de Titan sabe que gentes bienpensantes hablarán de ética, y que los usuarios de neumáticos escucharán sus palabras, y que asentirán con la cabeza, pero sabe que después irán a buscar los mejores neumáticos que puedan conseguir al menor precio que estén dispuestos a pagar. Mr. Taylor lo sabe, y sabe que tiene razón porque la tiene.
Siempre, pero hoy más, el 99,9999999999% de los usuarios de neumáticos (y de tostadoras de pan, y de persianas de aluminio, y de perchas de colores, y de yogures de fresa, y …) lo único que quieren es que por cada euro, dólar o lo que sea con que paguen, obtener más, y si la próxima vez que compren algo el de al lado por lo mismo les cobra un centavo menos se cambiarán. Con un neumático para un Ferrari 458, la cosa puede ir de distinto modo (puede: hasta ahí encontrarían sorpresas), pero con un neumático para un tractor, ¡un puto neumático para un tractor! (o para un automóvil distinto al anteriormente citado), no. Y, ¿saben por qué?, pues porque el 99,9999999999% de los neumáticos son hoy una commodity, y el cobre, por ejemplo, lo único importante es que, a igualdad de precio de transporte, cumpla unas características químicas; de donde venga …
Mr. Taylor tiene razón. Al agricultor francés le dará mucha pena que su cuñado que está trabajando en la fábrica de Goodyear de Amiens le echen a rue, pero cuando necesite cambiar los neumáticos de su tractor comprará los que le traerá el presidente de Titan, unos neumáticos fabricados en condiciones horribles en un país tiránico, pero unos neumáticos que cumplirán perfectamente en relación a lo que le hagan pagar por ellos. Esta es la cosa fea de la que ningún partido político, de ninguna parte, habla independientemente del color que tenga el partido, y que los expertos en ética tampoco abordan hasta sus últimas consecuencias porque supondría acusar a mucha gente de muchas cosas feas también.
En lo que no tiene razón alguna Mr. Taylor es en otra de sus frases de la carta referida: “Muy pronto en Francia todo el mundo se pasará el día sentado en los bares bebiendo vino tinto”. (misma fuente). Y no la tiene porque dentro de poco prácticamente nadie en Francia va a tener ni un cochino euro para ir a un bar a tomarse un vino. Ni en Francia ni en ninguna parte, claro.

En marzo,  aparece una noticia aparentemente insignificante, especialmente si tenemos en cuenta  que casi cada semana surgen estudios similares sobre todo tipo de alimentos: “El consumo de más de 20 gramos de embutido al día aumenta la mortalidad”. Durante  los últimos meses hemos oído noticias y visto documentales relacionados con la alimentación y los productos alimenticios. Desde hace años, el cultivo ecológico ha ido ganando fuerza, pero siempre con la dificultad del coste de producción, que provocaba que su mercado estuviese bastante limitado, en especial, a las clases medias, medias altas.  La industrialización de la alimentación facilitó la abundancia y el acceso casi universal a una alimentación aceptable, pero la deriva actual hacia una polarización social entre capas ricas y pobres puede ir acompañada de una polarización alimentaria pareja: productos de calidad a precios sólo adsequibles para una  pequeña parte de la población, frente a productos industrializados a precios bajos y bajos estándares de calidad destinados al resto.  Sumemos la baja calidad (embutidos, por ejemplo) y el uso de elementos añadidos más que sospechosos en la elaboración de estos productos a una sanidad pública en retroceso: ¿cuál es el resultado? ¿Descenso de la esperanza de vida? ¿Sostenibilidad del sistema de pensiones? ¿Una nueva forma de control demográfico? ¿Exagero?
Ya hablaremos de ello más adelante, pero en Grecia están aumentando los casos de muerte por malaria. Quizás las preguntas ya no parecen tan apocalípticas, ¿verdad?

Una semana más tarde, la siguiente noticia: “La pobreza aumenta en España entre las personas con trabajo”. Los llamados “working poor”. No sólo miles de jubilados alemanes se ven empujados a minijobs con los que completar su pensión (el milagro alemán), sino que el propio trabajo está cayendo a remuneraciones situadas bajo el umbral de pobreza. ¿No recuerda esto demasiado a condiciones de vida que creíamos ya abolidas en Europa, propias de siglos pasados o de países del Tercer Mundo? Cuando la oferta de mano de obra es superior (tan superior) a la demanda, la consecuencia es la bajada automática de los salarios. No hace falta reforma laboral alguna para que esto se produzca (por supuesto, un empujoncito legal como el que han dado ayuda, claro): siempre habrá alguien suficientemente desesperado que esté dispuesto a aceptar el salario que sea…  Y se espera que el paro estructural en España ya no baje del 18% hasta al menos el 2020. El autoempleo, la economía sumergida y la emigración  serán (están siendo ya: ¿o es que creemos que la última bajada del número de parados  se debe a la mejora d e la economía?) las tres alternativas más habituales. La competencia por los puestos de trabajo que surjan será feroz. Ya lo expuso con claridad un anuncio de Heineken bien reciente:


El puesto será para aquel que esté dispuesto a soportar casi cualquier cosa. Y conseguir un empleo se convertirá en un verdadero acontecimiento; el mayor de los premios que uno pueda concebir; algo por lo que un entusiasmado público nos aplaudirá…

A mediados de marzo, nos sobresalta el llamado corralito de Chipre. Se producen varios fenómenos paradójicos asociados a este hecho:
1.     Los mismos que acaban con la seguridad jurídica bancaria tomando la medida confiscatoria de apropiarse de un porcentaje de los ahorros particulares de miles de personas, nos exigen, de palabra y mediante toda la capacidad represiva estatal, que cumplamos esas mismas leyes que ellos están violando.
2.   Los mismos que, cuando consideran apropiado, protegen la propiedad privada con toda la fuerza a su disposición, violan ese mismo derecho fundamental tomando por la fuerza el dinero de miles de ahorradores, propiedad privada individual como cualquier otra.
3.  Ante la situación, Chipre tantea recurrir no a Europa, que le impone unas medidas que claramente violan cualquier carta de derechos humanos que abramos, sino a una entidad privada (Gazprom) para que le preste el dinero que necesita para salvar su economía. ¿Hacía cuántos siglos un país digamos occidental no se planteaba una alternativa semejante? ¿Qué consecuencias geopolíticas hubiese tenido que Gazprom hubiese aceptado? ¿Un país perteneciente a la UE en manos de una corporación privada? ¿Las normas y decisiones de la UE violadas desde dentro por uno de los países miembros, que prefiere la ayuda de una entidad mercantil antes que la de sus socios comunitarios? 
4.    Como dijo Niño Becerra al respecto: “La Solución Chipre: si quienes estén en y con un banco son responsables de lo que le pase; si la salud del sistema bancario de un país es la de ese Estado; si ahora los bancos ya pueden quebrar pero aguantando cada cual su vela; si los ahorros individuales han de servir para compensar el mal colectivo; si la propiedad financiera (de momento) personal -¿desde 100.001 euros hasta infinito?- se ha de diluir en el conjunto general para salvarle; si las corporaciones se están convirtiendo en financiadoras de necesidades -necesarias-; si los Estados están en retroceso y las decisiones se toman al margen de los Parlamentos; ¿qué queda ya de todo aquello que nos dijeron?. Nada, ¿verdad?

Ya a finales de marzo, varios periódicos se hicieron eco de los datos publicados relativos a la situación económica de la ciudadanía española: La brecha económica entre el 20% de la población española más rica y el 20% más pobre aumentó en un 30% en plena crisis. 11 millones de españoles están bajo el umbral de la pobreza. 3 millones en situación de extrema pobreza y 1,8 millones de hogares no disponen de renta del trabajo alguna. 

¿Qué decía Warren Buffett?


2 comentarios:

  1. Vivimos una guerra económica que parece que tenga el objetivo de exterminar la clase media....

    ResponderEliminar
  2. Simplemente, la clase media ya no hace falta...

    ResponderEliminar