lunes, 25 de marzo de 2013

Web 2.0: De la Sociedad de Consumo a la Sociedad Marketing (Notas de urgencia).


La Sociedad Marketing se ha gestado, sobre la base de la actual Web 2.0 (que quizás en breve sea substituida por la 3.0) y al abrigo del pinchazo de la burbuja puntocom, el 11S y la fase de precrisis (2007-10), al mismo tiempo que la Sociedad de Consumo (Baudrillar) llegaba a su decadencia, es decir, a su momento de máximo esplendor, la fase de hiperconsumo, entre los años 2000 y 2010.
La Web 2.0 es un diálogo democratizado y global, un espacio de construcción constante de identidades y productos, una manera específica de enfocar el ciberespacio por medio de herramientas características basadas en el factor relacional y en la transformación del consumidor en prosumidor: ya no un mero receptor de información y comprador reflejo de mercancías, sino un activo creador a la vez de las mismas mercancías y marcas que consume. Hemos alcanzado un estadio en  el que nos consumimos a nosotros mismos insertos más o menos directamente en los productos que adquirimos o la información que devoramos.
Carece ya de sentido distinguir entre relaciones offline y online: no existe controversia: son relaciones, y las tecnologías que en cada periodo usamos son importantes pero circunstanciales: el hecho relacional no cambia, sólo se modifica con cada hallazgo tecnológico: las herramientas de la Web 2.0 han abierto un nuevo campo relacional en el seno de nuestras estructuras relacionales.
Los mensajes han dejado de ser unidireccionales. Hay un proceso retroalimentado de creación, difusión y modificación de los contenidos y de los mensajes. Las marcas construyen su branding sobre la interactividad en Internet, lanzadas al nuevo paradigma de la conversación. La publicidad ya no se encamina a bombardear al consumidor con un mensaje que incite a la compra. Son los prosumidores los que completan y modifican los contenidos de la conversación publicitaria en la que participa la marca y con la que aguarda a que adquiramos lo que hemos puesto en valor.
Somos puntos neurálgicos de una conversación publicitaria constante. Todo lo que hacemos en Internet es de naturaleza publicitaria.
Las búsquedas en la página de inicio se organizan por posicionamiento publicitario SEO (O en su variante SEM, que no es sino un subasteo en tiempo real de espacios sígnicos en la Red) que orientan la acción de los motores de búsqueda.
La estela de nuestra actividad en la Red queda registrada y es utilizada como información ya no tanto para el viejo spam, sino para establecer nuevos vínculos y conversaciones en las que participemos y generemos nuevos contenidos que serán puestos en circulación para alimentar la conversación que construye la imagen de los productos y las marcas.
Los blogs generan contenidos e informaciones publicitarias, herramientas que operan en la creación del entorno de los bienes que adquirimos.
El marketing limita sus mensajes en beneficio de contenidos que acrezcan el valor del producto.
Nosotros mismos viralizamos el significado de las Marcas que entre todos configuramos a cada instante: videos, spots, eslóganes, opiniones, valoraciones, etc. que circulan por la Red a impulsos del ensordecedor ruido que producimos.
Las Redes Sociales no representan un problema de falta de intimidad, sino que nos hacen participar aún más activamente en la formación del universo de Marcas a través del que nos comunicamos y nos desenvolvemos.
Narrativas del yo en red: relatos-marketing que nos proyectan a la conversación masiva.
Actuamos como marcas personales en la Red: creamos nuestros perfiles de las Redes Sociales según conceptos de branding y actuamos en ellas para generar conversaciones en las que nos representamos como deseamos construirnos; guiamos nuestras conversaciones intentando mantener en la medida de lo posible esa imagen de marca que pretendemos; nos vendemos a nosotros mismos como productos; asociamos nuestro perfil personal o profesional a otras marcas, personales o no: empresas, personajes públicos, movimientos sociales, informaciones…
El nuevo periodismo está representado por The Huffington Post, la blogesfera en general o la viralización de la información a través de los medios sociales. La información es ya más contenido creado, opinión más o menos argumentada, un mosaico cuasi infinito de variaciones sobre temas que flotan en el ciberespacio.
Los movimientos sociales (como La Primavera Árabe o el 15M) se comportan en la Red como marcas, utilizando las mismas estrategias publicitarias que cualquier empresa o nosotros mismos: estrategias de branding, viralización del mensaje, campañas en Redes Sociales, marketing de contenidos, conversación abierta y cercana con el prosumidor, etc. Movimientos que en muchos casos se suponen contrarios a los abusos del capitalismo, usan o están usando los mismos mecanismos que este nuevo capitalismo utiliza para operar en la Red. Hablan el mismo lenguaje, el mismo código operativo que denuncian.
El lenguaje publicitario es el paradigma del ciberlenguaje: todos somos Marcas en el espacio compartido de la Web.
La sociedad de consumo se transforma en Sociedad Marketing.
La nueva publicidad es su motor, el código lingüístico imperante, totalizado, totalitario, en el que además se esconden pliegues quizás aún más inquietantes:
Todo este proceso de construcción colectiva de las identidades y los contenidos con los que la Red se alimenta acaba siendo rentabilizado por unos pocos conglomerados empresariales, que se hacen con la mayor parte de los beneficios económicos, mientras el resto de actividad creativa apenas si es remunerada: siendo prosumidores, acabamos pagando por el valor que nosotros mismos hemos añadido a los productos que consumimos: adquirimos un producto de cualquier marca con prestigio y abonamos un sobreprecio por la imagen de esa marca, un intangible, un valor añadido que en parte hemos añadido nosotros mismos a través del diálogo que es la Web 2.0. (Porque si hemos adquirido el producto de esa marca en concreto es porque la valoramos y hemos contribuido, previamente, a darle parte de ese valor: Es la primera fase del prosumidor). La segunda fase es la rentabilización de todos aquellos materiales (fotografías, datos, informaciones, etc.) que lanzamos al flujo del ciberespacio sin remuneración alguna por parte de quienes los acaban explotando económicamente.
A cada instante varían los procesos productivos y dos de sus direcciones son maximizar la eficiencia productiva (aprovechar la actividad del nuevo prosumidor como trabajo en beneficio de la marca es una parte) y tender hacia una producción mucho más limitada y personalizada: Long Tail, micronichos.
Las empresas, en deriva hacia una transparencia totalitaria y homogenizadora, exigen a sus empleados que tengan presencia en Redes Sociales, pero siempre dentro de unos estándares de normalidad psicológica, lo que ahonda en el proceso de configurar nuestra representación virtual según parámetros de imagen de marca, de branding.
Determinadas escuelas psicológicas se sitúan en vanguardia para imponer etiquetas de normalidad/anormalidad. Lo distinto es sospecho. La insumisión a la Red es ya anormal. La ausencia voluntaria del universo virtual puede interpretarse en términos de patología. Desde Estados Unidos, donde la transparencia personal es casi una imposición, donde la exposición pública de ideas y sentimientos (normalizados, claro) es casi obligatoria, nos llega esta corriente de nueva salud virtual. Puro totalitarismo: o te exhibes, y nos dejas ver todo lo que piensas y haces, o te excluimos por sospechoso. Se pretende controlar las vidas de los individuos con la excusa de la sociabilidad. Y si la imagen dada en los Medios Sociales no se ajusta a los estándares establecidos, el perjuicio será el mismo. Hay que trasladar entonces un branding normalizado y respetable en las Redes, que no genere exclusión o conflictos. No tanto un Gran Hermano como un sistema de control y autocontrol difuso y descentralizado, sin imposición directa, inserto en nuestro lenguaje y en las propias herramientas por medio de las que nos relacionamos.
En su libro Canon Heterodoxo, Antonio Enrique señala que es probablemente a causa del Edicto de expulsión de los judíos del SXV por lo que los españoles hablamos muy alto en comparación con las personas de otros países de nuestro entorno. El razonamiento: si hablabas suficientemente alto como para que todo el mundo pudiese oír que te expresabas como cristiano viejo, tus conversaciones dejaría de ser sospechosas, nadie podría tenerte por judío y estarías a salvo de la acción represora de la Inquisición.
Aquella obligatoriedad implícita de hablar alto ¿no recuerda a esta imposición de transparencia necesaria por medio de las Redes Sociales?

No hay comentarios:

Publicar un comentario