Intento comprender la crisis en
que nos encontramos pero tengo la impresión de que me falta distancia, quizás
(es sólo una intuición) porque lo que está sucediendo tiene una trascendencia
mayor de la que pensamos y que sólo el tiempo desvelará. De momento estamos
inmersos en un caos de palabras, frases y supuestas explicaciones que más bien
son mensajes que operan en la realidad para obtener algún resultado concreto o
en función de algo que supongo se entiende necesario según las circunstancias;
otra cuestión es quién activa esos mensajes, con qué finalidad y según qué
circunstancias (Sería largo hablar sobre esto). Pero lo cierto es que todo ese
tejido de mensajes no tratan de clarificar nada, sino de hacer que la realidad
de la que forman parte resulte de ellos. No nos aclaran dónde estamos, sino que
operan hacia el futuro, y, en consecuencia, nos privan ya no sólo de una
explicación -o de un relato-, sino también de la propia consciencia de carecer
de ella: tomamos por explicación esos mensajes operativos. Las consecuencias de
semejante confusión son fáciles de colegir (Lo sé: es difícil no preguntarse
hasta qué punto cualquier teoría explicativa no sería en sí misma un artilugio
con que actuar en la realidad. Pero esa es otra cuestión).
Tal vez para algunos las cosas
estén algo más claras, si bien lo paradójico es que al mismo tiempo se
contradigan o, al menos, no sean del todo coincidentes. De esto quiero
escribir, en realidad, de las diferencias y similitudes entre lo que Santiago
Niño Becerra expone en sus dos libros El crash del 2010 y Más allá del crash, lo que Comité invisible defiende en La insurrección que viene, y lo que el
documental Inside Job –producido,
escrito y dirigido por Charles Ferguson- pretende poner de manifiesto.
La frase o advertencia previa con la que Niño Becerra prácticamente abre su libro El crash… deja clara no sólo su postura sino también la profunda brecha filosófica que lo separa tanto de Comité invisible como de Inside Job: “Aunque por los medios de comunicación… pueda llegarse a la conclusión de que las cosas suceden a partir del capricho de las personas poderosas, al chasquido de cuyos dedos se construyen imperios y derriban ciudades, lo cierto es que muy pocas cosas importantes –por no decir ninguna- se dejan al azar o dependen de los malos humores con que esas personas poderosas puedan despertarse una mañana (otro asunto es que se pretenda transmitir esa idea).” Es toda una declaración de principios; según su parecer, lo que sucede es la consecuencia lógica de la propia estructura del sistema, que funciona conforme a sus leyes, lo que explica que su tesis básica sea que la crisis que estamos viviendo es una crisis sistémica de proporciones similares al Crash del 29, fruto de un agotamiento de la forma de hacer las cosas surgida tras el Crash y la Segunda Guerra Mundial, agotamiento que se inicia a mediados de los años 70 y que explica la sucesivas crisis que se han ido produciendo desde entonces, siendo esta última la definitiva y la que va a suponer una cambio profundo dentro del sistema capitalista, cambio que, además, servirá de transición para el final del propio capitalismo, que no habría de prolongarse más allá de 2065: “la crisis que se iniciará con el Crash que da título a este libro, la crisis de 2010, no será una crisis de final de sistema, pero sí una crisis sistémica… su penúltima crisis sistémica”. Es decir, el modelo de crecimiento constante y la socialdemocracia asociada “empezó a agotarse en 1973… cuya última vuelta de tuerca ha sido el hiperconsumo, el hiperendeudamiento y el recurso al sector servicios como panacea para emplear a una población activa paulatinamente menos necesaria; y todo ello con la especulación financiera como combustible y lubricante del sistema”. Hasta ahora, en que la fórmula ya no es sostenible y ha de ser sustituida por otra que se adapte a la nueva realidad.
Frente a esta tesis digamos
estructural o funcional, Inside Job sostiene que la causa de la crisis es
esencialmente personal; hay una culpabilidad individual por parte de
determinados agentes que participaron en la construcción de un sistema
financiero desregulado que permitió la especulación masiva e incontrolada,
causa directa de la crisis en que nos encontramos. La culpa, en definitiva, es
de quienes fomentaron, permitieron y confeccionaron, a partir de finales de los
70 y principios de los 80, un sistema financiero libre de ataduras legales y
controles técnicos que propició un crecimiento colosal del sector,
convirtiéndolo en fuente de riqueza y crecimiento económico ajeno al
crecimiento de la economía real. La autonomización de este sector sobre la base
de su absoluta desregulación y ausencia de control dio rienda suelta a la
avaricia de quienes actuaban en él, hasta la quiebra inevitable.
Por su parte, Comité Invisible
propone una tesis más política, menos centrada en la estructura económica en
sí, y más en el poder y sus estructuras de dominación, y su significación en el
contexto existente: “A partir de ahora resulta de notoriedad pública que las
situaciones de crisis son igualmente ocasiones que se ofrecen a la dominación
para que se reestructure”, es decir, cuestiona el concepto de crisis sistémica
en el sentido de Niño Becerra y pone la situación en relación no con las
estructuras económicas, sino con las de poder; puede que haya una crisis
económica, pero lo relevante es que no existe una crisis de poder, el cual
aprovecha la crisis para su propia renovación. Es más:“Toda la actividad
mortífera del poder actual consiste en, por un lado, gestionar esta ruina y,
por el otro, sentar las bases de una nueva economía.”, sin olvidar que “la
economía es una política” , lo que se completa con una afirmación que los
posiciona frente a otras interpretaciones: “Hemos comprendido que: no es la
economía la que está en crisis, la economía es la crisis”. ¿Dentro de la
estructura de la economía se inscribe toda posible crisis de esa economía? ¿Es
el Capitalismo en sí una crisis? ¿Ambas cosas a la vez? Preguntas al margen,
aunque su postura es más abstracta, no se diferencia mucho de lo que plantea
Charles Ferguson, a pesar de que éste personalice más y lo limite a un sector
concreto: el poder es el sistema financiero y su capacidad como lobi para condicionar al poder político y obtener un
marco legislativo conforme a sus intereses; de ahí ha derivado todo lo demás.
Volviendo a la tesis de Santiago
Niño, éste retrocede hasta principios del S XIX para explicar lo que está
sucediendo en relación con los procesos evolutivos del sistema económico en que
nos hayamos. De acuerdo con su teoría, el Congreso de Viena de 1815 marcó el
inicio del sistema capitalista, el cual “se sustenta sobre tres bases. Su base
cultural la determinó el calvinismo, la base filosófica se la dio la
ilustración y la económica de alguna manera es consecuencia de las otras dos y
está definida por la búsqueda de la maximización del beneficio individual.” “La
ética calvinista aportó algo que la moral católica, simplemente, no
contemplaba: el individualismo… en los Estados y zonas en los que el calvinismo
se desarrolló se produjeron significativos avances de la actividad económica,
lo que no sucedió en aquellos donde triunfó la Contrarreforma…”. Y con
diferentes crisis y crisis sistémicas se ha ido desarrollando hasta la
actualidad, en que nos hallaríamos ante una nueva crisis sistémica que, además,
pondrá las bases para su declive último y trasformación, al cabo de unas pocas
décadas, en el sistema que habrá de sustituirlo, de la misma forma que el
capitalismo, en su momento, surgió del agotamiento del mercantilismo previo
(“El sistema capitalista, el actual, ha cumplido su función y ya se halla
prácticamente agotado.”). Aunque Comité invisible no lo expone de la misma
manera, sí que enfatiza esa ética calvinista al caracterizar el sistema como
una forma de vida centrada en el trabajo, “…el trabajo ha triunfado sin rastro
de los otros modos de existir…”, y es precisamente la quiebra de esta ética –a
causa del excedente de mano de obra resultante de los procesos de crecimiento-
lo que, según su tesis, ha conducido al capitalismo hasta la paradoja en la que
se encuentra, donde su fundamento, el trabajo, se ha convertido en un sobrante
y por lo tanto en su propia enfermedad terminal. Y curiosamente, a pesar de que
Inside Job no cuestiona el sistema en
sí, por aquello que Morris Berman contaba recientemente en Revista Quimera
acerca de la imposibilidad para un intelectual americano de hacer una crítica o
análisis global sobre cualquier problema, sí basa el fondo de su tesis en un
aspecto relacionado con estos principios morales calvinistas: la avaricia ha
sido el motor ético de la crisis, la maximización del beneficio individual nos
ha traído hasta aquí.
Tras analizar el devenir
histórico del sistema y poner el ejemplo de Irlanda como paradigma del modelo
de crisis (en Inside Job el ejemplo
inicial es Islandia), Niño Becerra entra de lleno en el periodo comprendido
entre 1929 y 1973: La forma del capitalismo surgida tras el Crash del 29 y la
Segunda Guerra Mundial derivó de las propias causas del Crash. Fue patente, a
partir de 1936, “que el capitalismo tenía dos problemas de base: la ‘mano
invisible’ era el único referente aceptado en los momentos de hundimiento
económico; sin embrago, hacía tiempo que el recurso estaba demostrándose
insuficiente: los incrementos de productividad aumentaban la oferta, pero la
miseria existente imposibilitaba el aumento de la demanda. Lenta pero
imparablemente, el sistema capitalista fue viéndose abocado a un contrasentido,
mientras que su capacidad productiva no cesaba de aumentar, la capacidad de
consumo tendía al estancamiento” Es en ese momento cuando Keynes escribía en su
Teoría general del empleo, el interés y el dinero que “<<Los dos vicios que marcan el mundo
económico en el que vivimos son, el primero, que el pleno empleo no está
garantizado, el segundo, que el reparto de la fortuna y de la renta es
arbitrario, falto de equidad>>… la demanda pasa a ser lo fundamental”.
Por tanto, “si la demanda es lo más importante, ésta ha de tener capacidad de
consumo. Esa visión… buscará el pleno empleo… las rentas tenderán a crecer a
fin de que la población tenga capacidad de consumo y el estado arbitrará
políticas fiscales… a fin de que el gasto público sea el necesario”. “Fue tras
la segunda guerra mundial cuando se generalizó…” . Lo que Santiago Niño viene a
decir, llanamente, es que “Las condiciones de la clase trabajadora empezaron a
mejorar cuando a la burguesía le convino, cuando llegó a la conclusión de que
necesitaba que los pobres fueran un poco menos pobres para que consumieran lo
que fabricaran”. Pero no fue algo a lo que se llegó serenamente sino que
“sucedió tras una crisis sistémica, el crash del 29… y sólo se completó tras
una guerra…”. Lo que comenzó entonces fue “un auténtico estado o periodo de
bienestar…” basado en un objetivo fundamental y necesario para su
mantenimiento: crecer, ir siempre a más.
Este es el periodo que Ferguson
alaba (“Después de la Gran depresión, los EEUU vivieron cuarenta años de
crecimiento económico sin una sola crisis financiera. El negocio financiero
estaba fuertemente regulado”), a la vez que Comité invisible lo critica
abiertamente: “Que no nos vuelvan a hablar de la <<ciudad>> y el
<<campo>>, y menos aún de su antigua oposición. Lo que se extiende
en torno a nosotros… es un tapiz urbano único, sin forma ni orden, una zona
desolada, indefinida e ilimitada, un continuum mundial de hipercentros
museificados y parques naturales, de grandes complejos inmobiliarios e inmensas
explotaciones agrícolas, de zonas industriales y urbanizaciones, de casas
rurales y bares modernos: la metrópolis” y “Nos hemos convertido en vecinos en
una reunión de propietarios planetarios. Es casi imposible imaginar un infierno
más completo.” Las diferencias de valor que cada uno le otorga a este periodo
están en directa relación a por qué todo ese periodo de bienestar acaba
quebrando.
Llegamos entonces al meollo de la
teoría que Santiago Niño ha ido exponiendo: “El problema de este esquema… era
triple: Por un lado, desde su nacimiento el sistema había dado por supuesto: 1)
la inagotabilidad de las comodities [los
recursos naturales]; 2) la baratura de éstas, y 3) una demanda, de todo,
prácticamente ilimitada. La crisis energética del 73-79 acabó con este
planteamiento de un plumazo… La mala de la película pasó a ser la demanda… el
consumo debía ser el conveniente… conveniente tenía que ser la tasa de
ocupación a fin de que no se generase inflación… el pleno empleo dejó de ser un
objetivo…”. A lo anterior se sumó que empezó a hacerse realidad otro vaticinio
de Keynes: <<nos afecta una nueva enfermedad de la que algunos lectores
puede que aún no hayan oído su nombre, pero de la que oirán hablar mucho en el
futuro inmediato, se denomina ‘desempleo tecnológico’>>. Progresivamente
se fue haciendo evidente que la relación entre ocupación del factor trabajo y
aumento del PIB (a mayor ocupación, mayor PIB), hasta entonces incuestionable,
quebraba: el PIB crecía con cada vez menos necesidad de mano de obra. Todo ello
propició que “De las tres recesiones habidas a partir de principios de los años
80 se salió con una reducción significativa de los tipos de interés y/o una
mayor permisividad en el acceso al crédito, tanto para empresas como para
familias y personas… el resultado… ha sido un aumento progresivo en el nivel de
deuda privada… a su vez, la política fiscal… fue iniciando un progresivo
retroceso… por un lado, la reducción de la presión fiscal; por otro, la pérdida
de la importancia de la imposición directa en relación con la indirecta (“En
1970 (en EEUU) el máximo responsable de una empresa cobraba cuarenta veces el
salario medio de un trabajador, y en el año 2000 cobraba mil veces más. En los
últimos veinte años la renta de los Estados Unidos creció el 30%, pero en las
familias de clase media la renta sólo ha subido un 10%… en 1970 el 30% más rico
de la población acaparaba el 33% de los ingresos. En treinta años la tendencia
ha sido volver a 1920… el 10% de la población recibía el 45% de los ingresos”)…
La última vuelta de tuerca… se dio en el año 2003. La recesión del 2000 (por el
fin de la fiesta de la burbuja puntocom) se solucionó con el inicio de una
oleada de especulación inmobiliaria… y con la puesta en marcha de una serie de
redes financieras basadas en el apalancamiento de deudas sustentadas en unas
expectativas que, en última instancia, se basaban en la creencia de que el
valor de los bienes inmuebles iba a continuar creciendo indefinidamente y nunca
se produciría el impago de los créditos”. Es decir “Lo que en realidad estaba
ocurriendo es que aquel periodo de bienestar… empezó a agotarse a principios de
los 70… aunque la ilusión permaneció gracias a la generalización del acceso al
hipercrédito… el sistema estaba creciendo … únicamente a base de deuda…El
conocimiento de… las subprime… no fue más que la manifestación de un modo de
hacer las cosas totalmente agotado…”
¿El corolario? Éste: “Nuestro
sistema alcanzó el punto de no retorno en 1973 y su máximo nivel de evolución
en 2003… El mes de septiembre de 2007 marca el principio del fin del sistema
económico en que nos hayamos inmersos desde hace casi dos siglos, ya que la
crisis de 2010 hará evolucionar el sistema siguiendo un proceso
estructuralmente semejante al que el sistema mercantilista vivió en la segunda
mitad del siglo XVIII hasta su total transformación en uno muy diferente: el
nuestro”.
En cambio, en Inside Job se centra en narrar el proceso de desregulación que
sufre el sector financiero precisamente a partir de los años 80 y todo el
negocio de derivados y demás productos especulativos resultantes de dicho
proceso (eso a lo que Niño Becerra alude como “redes financieras basadas en el
apalancamiento de deudas sustentadas en unas expectativas que, en última
instancia, se basaban en la creencia de que el valor de los bienes inmuebles
iba a continuar creciendo indefinidamente y nunca se produciría el impago de
los créditos”). A lo largo del documental se van nombrando las personas,
entidades y administraciones estadounidenses que participaron en dicho proceso
especulativo (Entidades: Goldman Sachs, Morgan Stanley, Lehman Brothers, Merril
Lynch, Bear Stearns, Citigroup, JP Morgan, AIG, MBIA, AMBAC, moody’s, Standard
& Poor’s y Fitch. Personas: Greenspan, Rubin, Larry Summers, Paulson,
Bernanke, Martin Feldstein, Hubbard, Timothy Geithner, etc. Y administraciones:
la Administración Reagan como iniciadora del proceso; las de Clinton y Bush
como continuadoras; y la de Obama por mantener en los órganos de decisión a los
mismos actores que participaron del proceso), poniendo de manifiesto el enorme
crecimiento que el sector financiero sufrió en los últimos 30 años: “Esta
crisis no fue un accidente, fue causada por una industria fuera de
control”; “Desde los años ochenta
el auge del sector financiero en los EEUU dio lugar a una serie de graves
crisis financieras; cada crisis causaba más daño mientras el negocio ganaba más
y más dinero”; “La administración Reagan, apoyada por los lobis financieros empezó un periodo de 30 años de
desregulación”. Es decir, los hechos son los mismos, pero no hay unas causas
estructurales que los expliquen, sino la actuación de personas, entidades y
dirigentes políticos que se unieron para generar un negocio con que
enriquecerse. Es más, el documental no deja de lado otros fenómenos
coincidentes en el tiempo, pero los pone al servicio de una teoría
conspiratoria a gran escala. La deslocalización, los beneficios fiscales para
las clases altas, el aumento de las tasas universitarias, la ampliación de la
brecha entre ricos y pobres, el endeudamiento insostenible de las familias para
compensar la caída de su poder adquisitivo, la defensa que los economistas
universitarios estadounidenses hicieron de toda esta política de desregulación,
etc., forman parte de un basto sistema de enriquecimiento de quienes ostentaban
el poder económico y usaron de su influencia para hacerse inmensamente ricos a
costa de los ciudadanos.
Y justamente este poder
alimentándose a costa de quienes no lo tienen es el motivo de la quiebra del
sistema según La insurrección que viene,
porque “La paradoja actual reside en lo siguiente: el trabajo ha triunfado sin
rastro de los otros modos de existir, al mismo tiempo que los trabajadores se
han vuelto superfluos. Los incrementos de productividad, la deslocalización, la
mecanización, la automatización y la digitalización de la producción han
progresado tanto que han reducido a casi nada la cantidad de trabajo vivo
necesario para la confección de cada mercancía. Vivimos la paradoja de una
sociedad de trabajadores sin trabajo en la que la distracción, el consumo y el
ocio sólo acentúan la falta de aquello de lo que deberían distraernos” y “El
orden del trabajo fue el orden de un mundo. La evidencia de su ruina le deja a
uno paralizado con sólo pensar en todo lo que implica. Trabajar, hoy en día,
está menos ligado a la necesidad económica de producir mercancías que a la
necesidad política de producir productores y consumidores, de salvar por todos
los medios el orden del trabajo.”. No esta muy alejada de las tesis de Niño
Becerra, al menos en lo que se refiere al exceso de mano de obra para producir,
pero tampoco abandona totalmente el terreno de la responsabilidad individual en
el que Inside Job se basa: no es
el sistema, es el poder, concluye Comité invisible.
Lo
que cada uno de los “autores” prevé de cara al futuro próximo es coherente con
sus respectivas tesis. Si bien Niño Becerra augura un futuro de relato
ciberpunk, donde los estados van a ser progresivamente sustituidos por las
grandes corporaciones económicas dentro de un entorno de escasez cada vez mayor
de los recursos, en un lento e inexorable declive entrópico (precariedad,
represión sistemática, desmantelamiento de las estructuras de protección,
restricción de derechos individuales, etc.) consecuente con la naturaleza
sistémica de la situación, y Comité invisible hace una propuesta casi
anarcoterrorista, propia de una dialéctica de lucha por el poder (“Toda pérdida
de control es preferible a cualquiera de los argumentos que defienden el
control de la crisis”. “Ahí donde los gobernantes se interrogan platónicamente
sobre cómo dar un cambio radical <<sin echarlo todo por tierra>>
nosotros no vemos otra opción que <<echar todo por tierra>> lo
antes posible”. “Todo acto de gobierno es tan sólo un modo de no perder el
control sobre la población”. “Vivimos bajo ocupación, ocupación policial”,
etc.), Charles Ferguson termina su documental con una frase, muy representativa
de la mentalidad estadounidense, acompañada de una tópica metáfora visual. Como
si se tratase de un leitmotiv, cada vez que el documental se refiere a las
personas y empresas que nos han llevado a esta crisis, se suceden imágenes
aéreas de grandes rascacielos del centro de Nueva York: las cúpulas del poder,
tan alejadas de la calle. Pero justo al final, la sucesión de imágenes es la
siguiente: Gente anónima, vista de cintura para abajo, caminando por una calle;
una oficina financiera; la bandera sobre el Capitolio; y un trávelin aéreo
alrededor de la estatua de la libertad. Y sobre este encadenado visual, Matt
Damon concluye: “Las personas e instituciones que causaron la crisis siguen en
el poder y eso tiene que cambiar. Gastarán miles de millones contra la reforma.
No será fácil. Pero por algunas cosas vale la pena luchar”. El significado es
evidente: ha de ser el pueblo el que recupere el control de la economía y las
estructuras políticas y, una vez hecho esto, vuelva a construir la nación de
libertad que EEUU siempre ha sido. Inmediatamente se hace inevitable citar al
ya mencionado Morris Berman, en Revista Quimera núm. 348: “la mayoría de los
críticos del estilo de vida norteamericano han demostrado que apoyan ese estilo
de vida… el compromiso es siempre con el ‘progreso’, con la tecnología y con el
sueño americano… la mayoría de los críticos norteamericanos no son conscientes
de la programación que ellos y todos los estadounidenses comparten… no soy
optimista, y eso me hace muy extraño en el contexto norteamericano, porque si
hay un elemento del proceso de lavado de cerebro norteamericano que es
irresistible, hasta para los críticos más severos, es que hay luz al final del
túnel y que al final todo va a salir bien… si es usted crítico y quiere que se
le escuche en EEUU, básicamente tiene que hacer dos cosas: … b) Presentar, al
final, una solución… -no importa cómo sea de ridícula o inverosímil-. Bajo
ninguna circunstancia puede decir que… el problema no tiene solución”.
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