Releo el Cántico
Espiritual, de San Juan de la Cruz, y encuentro fragmentos como el
siguiente: “¿Adonde te escondiste,/ Amado, y me dejaste con
gemido?/ Como el ciervo huiste, habiéndome herido;/ salí tras ti
clamando, y eras ido/ (…) En el interior de la bodega/ de mi Amado
bebí, y cuando salía/ por toda aquesta vega,/ ya cosa no sabía/
(…) Gocémonos, Amado,/ y vámonos a ver en tu hermosura/ al monte
y al collado/ do mana el agua pura;/ entremos más adentro en la
espesura.// Y luego a las subidas/ cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,/ y allí nos entraremos,/ y el mosto de
granadas gustaremos.”
Unos años antes,
Garcilaso escribía versos como estos: “¡Cuántas veces, durmiendo
en la floresta,/ reputándolo yo por desvarío,/ vi mi mal entre
sueños, desdichado!/ Soñaba que en el tiempo del estío/ llevaba,
por pasar allí la siesta,/ a beber en el Tajo mi ganado;/ y después
de llegado,/ sin saber de cuál arte,/ por desusada parte/ y por
nuevo camino el agua se iba;/ ardiendo yo con el calor estiva,/ el
curso, enajenado, iba siguiendo/ del agua fugitiva.” (Égloga
Primera). “En
medio del invierno está
templada/ el agua dulce desta clara fuente,/ y en el verano más que
nieve helada./ ¡Oh
claras ondas, cómo veo presente,/ en viéndoos,/ la memoria d’aquel
día/ de que el alma temblar y arder se siente!/ En vuestra claridad
vi mi alegría/ escurecerse toda y enturbiarse;/ cuando os cobré,
perdí mi compañía.” (Égloga
Segunda).
Tanto
el
uso de la
imagen amorosa del ciervo como de
las
imágenes en que se contienen elementos de agua (ríos, fuentes,
arroyos, etc.) con
significación o connotación sexual, no
sólo eran utilizadas
y conocidas en la literatura medieval previa, por ejemplo, la lírica
galaico-portuguesa, lengua en la que Alfonso X El Sabio escribió, en
el Siglo XIII, las Cantigas a Santa María, sino que debían de
constituir un código de tropos sexuales
más que explícito en el tiempo en que San Juan las usa para decir
la experiencia de la unión mística del alma con Dios.
Esta
ambigüedad -seguro que deliberada- convierte estos poemas en
creaciones absolutamente polisémicas, abarrotadas de lecturas y
matices, y que durante mucho tiempo, aunque ahora su lectura nos
resulte oscura, debieron de
suponer una experiencia poética descodificada, en abierto, para los
lectores cultos del medievo y el renacimiento, interpretación
incuestionable a pesar de la insistencia de numerosísimos estudios
que ciñen su visión a la
versión puramente mística,
obviando que a la fuerza San Juan había
de
conocer en
profundidad
la tradición literaria en la que se inscribía al hacer uso de unos
recursos y signos literarios manejados desde tiempo atrás no sólo
como imágenes amorosas carentes de sexualidad asociada, sino como
verdaderas representaciones del acto y las prácticas sexuales. No
parece creíble que desconociese la carnalidad significada por medio
de estos elementos, y
aunque supongamos que las manejara
insertos en el juego de paradojas con que pretendía
decir la unión mística con Dios, no se puede desconocer que toda
paradoja asume su naturaleza de contradicción interna, es decir, en
este caso, asume
la
carnalidad manifestada por esas imágenes.
Pero
hay otras cuestiones interesantes y quizás menos estudiadas:
Según
Van Gulik, el
hexagrama
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del I
Ching
está considero como el referido a la unión sexual. “Dicho
hexagrama está formado por el trigrama k'an,
“agua”, “nube” y “mujer”, en la parte superior, y debajo
el trigrama li,
que significa “fuego”, “luz” y “hombre”. El hexagrama
expresa a través de dicha combinación la armonía perfecta del
hombre y la mujer complementándose mutuamente, descrita gráficamente
a través de la alternancia de las líneas yin
y yang.
(…)
En cuanto a los elementos “fuego” y “agua”, puede observarse
que los tratados de medicina, así como los libros de sexología,
describen la experiencia sexual masculina comparándola con el fuego,
mientras que la de la mujer se compara con el agua. (…) El término
yün-yü,
“nubes y lluvia”, ha permanecido hasta el presente como una
clásica expresión literaria que indica el acto sexual.” (La vida sexual en la antigua China).
De
la lectura de este magnífico estudio histórico, una de las obras
que Borges incluyó en su Biblioteca
Personal,
resulta
fascinante comprobar
que tradiciones filosóficas, religiosas y literarias tan distantes
como la española (que a estos efectos podemos considerar metonimia
-la parte por el todo- de la cultura europea) y la china
usen elementos semejantes para referir las experiencias sexuales o
narrar
el acto sexual en toda su extensión.
Las
diferencias radican, no obstante, en la profundidad
filosófico-religiosa y práctica con la que la cultura china clásica
afronta la sexualidad. El voluminoso libro de Van Gulik realiza un
repaso bastante extenso a todo el pensamiento chino que tiene al
sexo como objeto central de sus estudios. La bibliografía es inmensa
y demuestra la
relevancia que la sexualidad tuvo durante siglos para esa cultura,
algo que hoy quizás nos extrañe al menos desde el exterior, lo cual
guarda, en
parte,
una fuerte relación con la interpretación del confucionismo
imperante en la actualidad bajo
el pseudo-régimen comunista.
Esto es muy interesante, son cosas que muchos de nosotros no sabemos. Me refiero a las imagenes, el hecho de que ya eran conocidas, etc. y sobre todo su comentario de que no parece credible de que desconociese la carnalidad. . ., etc. ¿podria escribir mas sobre esto? Estoy buscando entender mas profundamente la verdad sobre el misticismo.
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